Los movimientos tectónicos acaecidos en el sudoeste de Turquía junto con las temperaturas templadas que se dan allí a lo largo de todo el año facilitaron la aparición de Pamukkale, un castillo de algodón natural formado por numerosas fuentes termales. La gran acumulación de minerales en estas fuentes (sobre todo creta, bicarbonato y calcio) hace que el visitante tenga la sensación de estar antes una catarata helada. Desde 1988 Pamukkale está considerado Patrimonio de la Humanidad junto con Hierápolis y se ha convertido en uno de los atractivos turísticos más importantes de la zona. Sin duda un espectáculo que merece la pena visitar al menos una vez en la vida.